Llegan las elecciones y noticias y periódicos se llenan de promesas sobre pensiones, corrupción, España y Cataluña. También nos hablan sobre paro, condiciones laborales, subidas y bajadas de impuestos o hasta dónde llega la sanidad universal. Se cuestionan los unos a los otros, se sacan las vergüenzas e incluso se llegan a insultar. Y entre todo esto, a nuestra mirada psicológica le falta algo.

Desde hace mucho tiempo echamos de menos que en las propuestas políticas se incluya una orientación que nosotras consideramos mucho más nuclear. Y es que está muy bien hablar de conciliación familiar, de permisos de maternidad y de paternidad, de la protección de las mujeres maltratadas pero, si os fijáis bien, ¿hacia quién van orientadas siempre estas medidas? Hacia los adultos. Una vez más, nos olvidamos de los niños.

Y seguramente sea porque nuestro trabajo nos demuestra a diario los efectos del amor en los niños, pero nos cuesta mucho entender porqué nuestros políticos no incluyen esta perspectiva en sus propuestas. Estamos convencidas de que un cambio de modelo en el que los niños sean uno de los centros importantes de las políticas haría de nosotros una sociedad mejor.

Porque si los niños fueran lo importante, los permisos de paternidad y maternidad no estarían pensados para que los padres disfrutaran de sus hijos, sino para que estos reciban el cuidado y amor que necesitan para su desarrollo emocional. Y para esto, 16 semanas se quedan cortas.

Porque si los niños fueran lo importante, en los centros educativos los profesionales estarían pendientes de su bienestar y de sus necesidades. Y habría un espacio para la educación emocional.

Porque si los niños fueran lo importante, los hijos de padres condenados por violencia de género deberían ser protegidos. Porque aunque la violencia no sea ejercida directamente sobre ellos, el mero hecho de estar  inmerso en un clima familiar violento ya afecta a los niños y, por lo tanto, están siendo maltratados.

Estos son tres ejemplos, podríamos decir que los más evidentes, al menos para nosotras, pero hay muchos más. Y como estos, todos van orientados al mismo sitios: las emociones. Porque una sociedad emocionalmente sana, en la que sus miembros son capaces de gestionarse emocionalmente, de entenderse y de respetar las emociones de los demás es una sociedad mejor. Y sabemos que no es fácil. Pero si ni siquiera se intenta, si ni siquiera se mira, seguiremos en el mismo punto. Y es una pena. Porque estamos seguras de que este no es el mundo que ninguno queremos para nuestros niños.