¿Hay algo mejor para un psicólogo que te venga un paciente tiempo después del alta para darte las gracias y para decirte que sigue bien? Pues sí…que te venga con bombones 😊

Obviamente es broma. La satisfacción del trabajo bien hecho y ver que hemos contribuido a su mejora y que vuelan solos es más que suficiente. Pero los bombones que nos han traído nos sirven de excusa para hablar de los beneficios psicológicos que nos proporciona el consumo moderado de chocolate.

Para empezar, hablaremos de esa sensación de tranquilidad y placer, incluso de relajación, que experimentamos tras comer chocolate. Se debe a su contenido en triptófano, aminoácido que regula la producción de serotonina (la hormona de la felicidad), que se ocupa de mantener el equilibrio de nuestro estado de ánimo y de controlar el apetito, el sueño o el umbral del dolor. Además, la feniletilamina (del grupo de las endorfinas) y la anandamina contribuyen también a mantener o mejorar el estado de bienestar.

Su contenido en magnesio ayuda a disminuir los estados depresivos y también contribuye a aliviar el síndrome premenstrual, ya que actúa controlando y modulando la irritabilidad y la ansiedad.

Su poder estimulante también tiene efectos en nuestro funcionamiento cognitivo, ya que mejora la atención y la concentración. Si os toca enfrentaros a una jornada larga de trabajo o vuestros niños están de exámenes, una onza de buen chocolate os dará un pequeño empujón.

Y hablando de niños, se ha observado que los hijos de madres que ha consumido chocolate de manera regular y controlada durante el embarazo se muestran más activos y despiertos desde bien pequeños.

¡Pero ojo! Antes de lanzaros  a llenar la nevera de chocolates, deciros que no vale cualquiera. La mayoría llevan una gran cantidad de azúcar y un bajo contenido en cacao. Para beneficiaros de todos estos efectos positivos deberéis elegir chocolates lo más puros posibles y con el mínimo de azúcar añadido (si puede ser sin azúcar mucho mejor!). Y volvemos a repetir, siempre en cantidades moderadas.