Muchas veces en las sesiones escuchamos vuestras vivencias narradas mediante discursos orientados hacia una polaridad, y nosotras os devolvemos la posibilidad de darle una lectura desde otro punto de vista, puesto que para ser objetivos hay que ver diferentes versiones.

Hoy os traemos un claro ejemplo a través de una conocida historia taoísta que os dejamos a continuación:

Un sabio campesino vivía con su único hijo en una aldea. Sólo poseían un viejo caballo que les ayudaba a transportar la cosecha al mercado. Una noche hubo una fuerte tormenta en la aldea. Al otro día el campesino al despertar vio con sorpresa que el caballo se había escapado.

Un vecino curioso se acercó y le dijo:

– ¡Qué terrible que hayas perdido tu caballo!

El sabio campesino, ante tal observación le contestó:

– ¿Malo o bueno…? Sólo Dios sabe.

El vecino lo miró con incredibilidad y siguió su camino desconcertado.

Al día siguiente el sabio campesino se percató de que había regresado su caballo, pero vio para su sorpresa que había traído con él varios caballos salvajes. El vecino curioso nuevamente le comentó:

– ¡Qué suerte amigo, ahora te harás rico vendiendo en el mercado todos estos caballos!

El sabio campesino le respondió:

– ¿Malo o bueno…? Sólo Dios sabe.

Al día siguiente el hijo del campesino comenzó a domar a los caballos, pero uno de ellos le tiró de su lomo y el muchacho al caer se rompió una pierna.  Otra vez el vecino curioso de dijo al campesino con mucho pesar:

– ¡Qué pena amigo que le haya pasado esto a tu hijo! Sólo le tienes a él y sin su ayuda los caballos se comerán toda la comida sin producir nada a cambio y lo perderás todo.

El sabio campesino contestó:

– ¿Malo o bueno…? Sólo Dios sabe.

El vecino lo miró con incredulidad rechistando por lo que pensaba era una absurda respuesta.

Al día siguiente llegó la noticia de que se había desatado una terrible guerra y que los delegados del rey estaban reclutando casa por casa a los más jóvenes para enviarlos al frente. En la aldea reclutaron a todos los jóvenes, pero al llegar a la casa del sabio campesino tuvieron que dejar al muchacho porque al atener la pierna rota no servía para la batalla. Todos en el pueblo se quedaron con la boca abierta, incluido el curioso vecino, sin embargo, el sabio campesino se dirigió hacia todos ellos repitiendo lo que siempre decía:

– ¿Malo o bueno…? Sólo Dios sabe.

Esperamos que os guste y os haga reflexionar. Antes de focalizarnos en el lado menos positivo de los acontecimientos, hemos de ser objetivos y por supuesto, comprobar cómo pasado un tiempo lo que en numerosas ocasiones parecía terrible se terminó convirtiendo en un hilo conductor hacia un camino mucho más positivo de lo que imaginábamos.