Hoy damos voz a emociones silenciadas de muchas personas a través de un poema de una persona que muy admirada por nosotras. Esto es Cenicienta:
Mi escoba de ceniza,
y un estropajo exhausto.
Un café que lo estrella
sobre los azulejos de la limpia cocina,
porque estaba caliente
o porque estaba frío,
o quizás, muy templado.
Unos ojos me miran
con sorna maquiavélica,
y dos manos de piedra
se estrellan en mi espalda,
mi cabeza, y mi rostro.
No me quedan ya manos
que protejan mi cuerpo,
y, tan sólo las lágrimas,
como muchos cristales,
van lavando mi cara
y lo poco que queda
del resto de mi cuerpo.
Son mil cristales rotos
con puntas que se clavan
en mi alma y cerebro
hasta dejarme muerta.
Pero debo callar.
Debo tragar escoria
y mi vida se pudre
en putrefacta vida.
Debo guardar secreto
y que nadie se entere:
ni el juez, ni la justicia
para echarme una mano.
Tengo que estar callada
para que nadie juzgue
a este depredador
que se come mi vida.
Así es. Estoy muda
con el sólo consuelo
de un estropajo exhausto
y una escoba que tiene
mil huellas de ceniza
y de cristales rotos.
PD: Juan y yo pedimos a Dios que le perdone
Gloria García