La culpa es un sentimiento que surge del juicio, sobre todo moral, que hacemos sobre nuestro comportamiento y las consecuencias negativas que ha tenido para nosotros mismos o para otros. Este juicio lo realizamos a partir de los valores que aprendemos y heredamos de pequeños y los que desarrollamos nosotros mismos a partir de estos o adquirimos de manera autónoma a lo largo de nuestra vida. De la mano de la culpa suelen aparecer, además, emociones como la tristeza, la frustración o el remordimiento y pensamientos recriminatorios pero, sin duda, el acompañante más incómodo, y en muchas ocasiones más inconsciente, es la necesidad de castigo.

Cuando aparece la culpa en los procesos de psicoterapia de nuestros pacientes solemos trabajar en dos líneas. La primera es la de la aceptación y el permiso a equivocarse, porque en gran parte de las ocasiones, tras la culpa hay una altísima exigencia que no les permite fallar y salirse de sus estrictas reglas morales. La segunda línea va orientada al análisis del origen de esa autoexigencia y la profundización y análisis de esas reglas morales para aumentar la autocomprensión, que llevará de manera casi inmediata y directa al entendimiento y la responsabilización de la situación.

Estos dos trabajos son muy satisfactorios para nosotras como profesionales, y enormemente liberadores y enriquecedores para los pacientes, porque, aunque al principio les suele costar diferenciar entre culpa y responsabilidad, terminan dándose cuenta de que mientras la primera les atrapa y les dificulta mucho el camino, la segunda les permite hacerse cargo de sus conductas y sus emociones, y les ofrece la posibilidad de hacer algo con ellos.

Esto lo ejemplifica muy bien algo que dijo una vez un paciente: «La culpa es algo con lo que cargo, la responsabilidad es algo que tengo».