En esta sociedad nuestra en la que parece que estamos obligados a que todo sea bienestar, disfrute y felicidad queremos reivindicar el papel de la alegría. Esa alegría genuina, que surge de nuestro interior y que nos invita a acercarnos a los demás y a compartir con ellos.
La alegría es una emoción básica, como la tristeza, la rabia o el miedo, y como estas, tiene una función adaptativa. Nos impulsa hacia al exploración de nuestro entorno y nos predispone a relacionarnos con los demás y a establecer vínculos afectivos y favorece el sentimiento de pertenencia. Además, nos ayuda a gestionar el estrés de la vida cotidiana y a mantener en equilibrio la relación entre nuestro cuerpo y nuestra mente.
La expresión de la alegría es expansiva en todos los sentidos. Nos abre los ojos y la boca, haciéndonos sonreír, y nos eleva el tono de voz, lo que contribuye a establecer conexiones sociales. Además, se nos abre el pecho y se relajan los músculos de la garganta y cuerdas vocales, lo que junto a todo lo anterior nos genera una gran sensación de bienestar.
Además de expansiva, la alegría es una emoción muy movilizadora, especialmente de sentimientos y pensamientos positivos que fomentan un aumento de la autoestima y la autoconfianza y nos llenan de energía y optimismo para conseguir nuestros objetivos.
Cuando estamos inmersos en emociones desagradables o desconectados de las mismas nos puede resultar difícil sentir alegría, sobre todo, porque estamos esperando que venga de fuera. La alegría es una emoción que, como cualquier otra, procede de nuestro interior y para tenerla presente sólo tenemos que volver a reconectar con ella. Para ello es tenemos que «estar presentes» en nuestro día a día, atender a los pequeños detalles que nos sacan sonrisas y experimentar plenamente los placeres de la vida.
Así que estate atento y cuando te descubras sonriendo, ¡disfrútate! 😊