Hablamos mucho con nuestros pacientes sobre la responsabilidad, sobre la importancia de hacernos cargo de nuestras acciones y las consecuencias de las mismas y sobre la necesidad de no asumir la responsabilidad ajena. Hoy os compartimos una leyenda que habla sobre esto.
Cuenta una leyenda japonesa, que hace muchos años, un hombre enviudó y quedó a cargo de sus dos hijas. Las dos niñas eran muy curiosas, inteligentes y siempre tenían ansias de aprender. Por eso preguntaban mucho a su padre. A veces, su padre podía responderles sabiamente, pero otras veces no sabía qué contestar.
Viendo la inquietud de las dos niñas, decidió enviarlas de vacaciones a convivir y aprender con un sabio, el cual vivía en lo alto de una colina. El sabio era capaz de responder a todas las preguntas que las pequeñas le planteaban, sin ni siquiera dudar.
Sin embargo, las dos hermanas decidieron hacerle una pregunta trampa al sabio, para medir su sabiduría. Buscaron una pregunta que éste no fuera capaz de responder.
– ¿Cómo podremos engañar al sabio? ¿Qué pregunta podríamos hacerle que no sea capaz de responder?- preguntó la hermana pequeña a la más mayor.
– Espera aquí, enseguida te lo mostraré- indicó la mayor.
La hermana mayor salió al monte y regresó al cabo de una hora. Tenía su delantal cerrado a modo de saco, escondiendo algo.
– ¿Qué tienes ahí?- preguntó la hermana pequeña.
La hermana mayor metió su mano en el delantal y le mostró a la niña una hermosa mariposa azul.
– ¡Qué bonita! ¿Qué vas a hacer con ella?
– Ya sé qué preguntaremos. Iremos en su busca y esconderé esta mariposa en mi mano. Entonces le preguntaré al sabio si la mariposa que está en mi mano está viva o muerta. Si él responde que está viva, apretaré mi mano y la mataré. Si responde que está muerta, la dejaré libre. Por lo tanto, conteste lo que conteste, su respuesta será siempre errónea.
Aceptando la propuesta de la hermana mayor, amabas niñas fueron a buscar al sabio.
– Sabio- dijo la mayor- ¿podría indicarnos si la mariposa que llevo en mi mano está viva o está muerta?
A lo que el sabio, con una sonrisa pícara, le contestó: ‘Depende de ti, ella está en tus manos’.