Nuestros amigos y nuestras familias conocen la manera en que nos implicamos en las historias de nuestros pacientes y lo importante que es para nosotras descubrir su parte vulnerable, meternos en su piel y desde ahí entender su sufrimiento. Pues bien, ayer mi novio me trajo una noticia para conocer mi punto de vista (aunque intuía por dónde iría).
Os cuento muy resumido: una pareja adopta una niña India. En la documentación que envía la agencia de adopción figura que la edad de la niña es de 7 años. A los padres adoptivos les extraña el avanzado desarrollo físico de la niña y parece ser que le hacen una prueba ósea para determinar la edad de la niña, que indica que tiene 13 años. En este punto, los padres adoptivos deciden que les han engañado y que devuelven a la niña, que ahora se encuentra en un limbo a la espera de si vuelve a su país de origen o se queda en España con otra familia de adopción o acogida.
En el momento en el que me cuenta esto y busco más detalles de la noticia, mi mente se sitúa de manera inmediata en la historia de esa niña. No juzgo los motivos de los adultos, simplemente me pongo en la piel de una niña y en cómo puede sentirse cuando sus padres biológicos la dan en adopción, muy probablemente sin entender porqué. Me pongo en la piel de una niña que tras pasar unos meses con una familia, en un país lejano a su origen, con una cultura diferente la entrega a servicios sociales. Me imagino esa espera, preguntándose en su fuero más interno porqué nadie quiere cuidarla. Me imagino su dolor.
Y es que gracias a mi trabajo, cada vez me hago más consciente de la importancia que tiene el cuidado emocional que les tenemos que dar a los niños. Que es su derecho y debería ser nuestra obligación. Y se me remueve algo por dentro con historias así, en las que el niño deja de ser el elemento principal. Creo que tenemos un camino muy largo aún por delante como sociedad, pero cada uno de nosotros podemos empezar con un pequeño gesto: cuidemos a nuestros niños. Cuidemos sus emociones. Se lo merecen. Nos lo merecemos.