No es raro ver en consulta personas que creen que eligen mal a sus parejas o que tienen mala suerte en el amor. Son conscientes de que tienden a relacionarse con personas de un determinado perfil con las que no terminan de sentirse bien. Si a ti también te pasa, a continuación te contamos porqué.
La manera que tenemos de relacionarnos con nuestra pareja no es algo que surge de la nada o que vamos improvisando. Según la teoría del apego viene condicionada por la forma en que nos hemos ido vinculando a las personas representativas de nuestra vida, especialmente las figuras vinculares de nuestra infancia (principalmente los padres). A partir de estas relaciones aprendemos a abrirnos o protegernos del otro, a confiar en mayor o menor medida o hasta qué punto podemos involucrarnos emocionalmente con los demás. Así, en función del estilo de apego que hayamos desarrollado durante la infancia tenderemos a relacionarnos con nuestras parejas de una manera determinada:
Apego seguro
Este tipo de apego está basado en el éxito de las relaciones entre el niño y sus cuidadores. Estos responden a las necesidades (ya sean físicas o emocionales) del pequeño de manera rápida, eficaz y efectiva. De esta manera, el niño siente que es importante, que se le valora, se le cuida y se le quiere. Así aprende a sentirse seguro, valioso y a confiar en los demás.
Cuando crecen, estos niños se convierten en adultos con una autoestima positiva, capaces de entender y gestionar su mundo emocional y afectivo de manera independiente. No necesitan esa media naranja para sentirse bien, por lo que se sienten seguros en la intimidad y en el compromiso de una relación de pareja, ya que si esta no funciona, no pierden nada de sí mismos.
Apego ansioso-ambivalente
Los niños que desarrollan este tipo de apego crecen con inestabilidad en sus relaciones vinculares. No consiguen sentirse seguros con sus figuras de apego ya que no reciben señales consistentes de cariño, cuidado o valoración. Por estas razones crecen con miedo al abandono, a que sus necesidades no sean cubiertas o con dudas acerca de sí mismos.
De adultos son personas inseguras, con mucha necesidad de aprobación y cariño por parte de los demás. Esto hace que en sus relaciones de pareja sientan miedos y dudas con respecto al estado de la relación o los sentimientos del otro, por lo que buscan confirmaciones continuas y necesitan comunicaciones frecuentes con el otro.
Apego evitativo
La falta de disponibilidad de las figuras de apego, la falta de respuesta a las necesidades del niño y patrones de relación distante, fría y poco emocional son las causas más comunes del desarrollo del apego evitativo. Son niños que aprenden a no confiar en sus figuras vinculares y que no saben expresar ni entender las emociones (tanto las suyas como las de los demás), por lo que rehuyen el contacto emocional.
Cuando llega la edad adulta suelen evitar las relaciones íntimas (a veces incluso las de amistad), y si establecen alguna relación de pareja intentan que las emociones no sean demasiado intensas. Para conseguirlo, suelen mostrarse contenidos, fríos y distantes emocionalmente.
¿Puedo tener relaciones de pareja satisfactorias si no tengo un apego seguro?
Por supuesto que sí. Igual que aprendemos a relacionarnos de determinada manera, podemos desaprenderlo. En ocasiones no es un proceso fácil, ya que supone tomar conciencia de aspectos de nuestra vida a los que no habíamos atendido hasta ahora, exponernos a sentimientos desagradables difíciles de gestionar y empezar a hacer las cosas desde otra posición emocional. Pero vale la pena intentarlo si el resultado final es recuperar nuestra verdadera esencia y poder compartir nuestra vida desde la confianza y la seguridad.