En el último post os hablamos del trabajo que realizamos con los muñecos en psicoterapia y dejamos pendiente el tema de los órdenes del amor de Bert Hellinger.

Cuando Bert Hellinger habla de “órdenes del amor” se refiere a las reglas que se mantienen en los sistemas (principalmente familiares) a lo largo del tiempo, aunque sus miembros crezcan y/o vayan cambiando (por nacimientos, muertes, parejas que se formas o se rompen…). Cuando no respetamos estas normas, se rompe el orden y el equilibrio del sistema, lo que puede convertirse en origen de conflictos o patologías a nivel psíquico, físico o de relación.

El primero de estos órdenes es el de pertenencia. Todos los miembros de un sistema tienen pleno derecho a pertenecer a él, tanto los que están como los que ya se han ido. Todos aquellos que en algún momento formaron parte del sistema tienen su sitio (sí…ese novio horroroso que aún te preguntas cómo llegaste a estar con él también). La exclusión o falta de reconocimiento de alguno de ellos causa un desequilibrio en el sistema, que se encargará de reincluirlo en alguna generación posterior en forma de enfermedad o limitación para alguno de los otros miembros del sistema (así que, aunque sólo sea por esto, acepta a ese bicho con el que estuviste y reconoce su papel en tu historia, que lo tiene ).

El segundo es el orden de jerarquía y se refiere a que los que llegaron antes tienen prioridad sobre los que llegaron después y así es como han de ser reconocidos, y se crea desequilibrio cuando los que llegaron después intentan ocupar el lugar de algún miembro que llegó antes (haciéndose cargo de sus responsabilidades, por ejemplo) o cuando los miembros mayores no son capaces de mantener su lugar de prioridad. Sin embargo, así como los primeros que llegan tienen prioridad sobre los nuevos en el sistema en cuanto a reconocimiento, si hablamos de atención y cuidado el orden se invierte, tal y como veremos planteado en el tercer orden.

Y es que ese tercer orden del que nos habla Hellinger es el de la necesidad de compensación entre el dar y el tomar. Y aquí hay que tener en cuenta que sólo puede haber equilibrio en las relaciones entre iguales (amigos o pareja, entre hermanos, aunque ya seamos mayores siempre hay uno mayor que otro…), ya que los mayores y los que llegaron antes dan y los pequeños y los que llegaron después toman. Y es aquí donde se produce esa compensación entre el dar y el tomar: nos dejamos cuidar por los que nos recibieron y cuidamos y atendemos a los nuevos del sistema. Sólo así se mantiene el equilibrio.

A todo esto se refiere Hellinger en la siguiente cita:

“A veces pensamos que la vida nos pertenece, o que podemos hacer con ella lo que queramos. Probablemente es más cierto lo contrario: nosotros somos los que pertenecemos a la vida que, querámoslo o no, tiene sus reglas, llenando de dicha a quien, humildemente, recoge todo de quienes le precedieron, reconoce a todos su lugar y se abre a intercambiar y a transmitir lo recibido. La pretensión de otra cosa solo acarrea, como atestiguan diversas tradiciones, la expulsión del Paraíso”