Vemos mucha gente en consulta (y fuera de ella, seguro que si piensas un poco se te ocurre alguien a quien también le pasa) que tiene muchas dificultades para negarse cuando le proponen algo o le piden ayuda. Saben que no quieren hacerlo, pero no son capaces de decir que no.
Los motivos que tienen estas personas para no decir que no son muy variados, pero suele haber algo en común en el fondo de todos ellos, y es la infravaloración de las propias opiniones, necesidades y deseos. De hecho, a veces ni siquiera llegan a ser valoradas antes de aceptar la propuesta o la petición del otro. Es como si no existieran.
A un plazo muy corto, las consecuencias de esto son muy positivas: nos sentimos muy bien ayudando al otro y haciendo lo que consideramos que es nuestra obligación. Sin embargo, en cuanto salimos de este plazo aparece el malestar. Un malestar que toma forma de baja autoestima, sentimiento de soledad y de vacío, debido a que priorizamos los deseos y necesidades de los demás, dejando los nuestros aparcados. Por es importante decir no cuando no queremos algo. Tenemos todo el derecho.
Para las personas que no están acostumbradas, al principio les cuesta mucho y, como ya hemos comentado en otro artículo, pueden llegar a sentirse egoístas. Empezar a poner límites y a decir que no a los demás, especialmente a la gente más cercana, puede llegar a sentirse como algo peligroso porque, si me niego, ¿qué van a pensar de mí? ¿Me van a seguir queriendo igual? Además, al empezar a decir que no, no saben bien cómo hacerlo, lo que los bloquea y los frustra.
Para evitar esto último y ayudarlos a sentirse con más control de la situación, invitamos a nuestros pacientes a posponer la respuesta ante una petición. De esta manera, se dan tiempo a analizar si lo que les están pidiendo les parece razonable y pueden decidir de una manera clara y honesta consigo mismos.